no fuiste tú, ni tus palabras, era esa idea que tenía de amar, pero también estaban tus ojos al final de esa duda que tenía de seguir, de levantarme, también fue esa cascada de historias que me divertían, que me hacían seguir oyéndote. En el fondo sabía que sólo era eso, una noche sin límite un pozo de luz sin tiempo que nos hacía abrazarnos, que nos proponía tirarnos uno a lado, del otro. Qué lejos estás de mi, pensé, y me quedé callado y me respondiste con otro silencio pero uno repleto de tanto humo que me distrajo, y me caí. Te seguí oyéndote, pero cada vez me oía más a mí y este golpe de estado que dan las mil voces que amputan mi razón, que me dejan sin poder, sin ninguna esperanza de seguir. Ya habías llegado a decirme que los hombres se robaban tu confianza que ibas dejando tu energía en hombres sin mucha visión y ahí me di cuenta que cruzar la avenida de historia para llegar a ti no era lo que deseaba. No tengo nada que ofrecerte, una mirada repleta de herida...
Paso y dejo lo mío, luego se vuelve tuyo es entonces un pozo, si bebes de él se llena si no se vacía y marcho a galope, vas y voy y vamos dejando algo que de a poco me describe pero nunca me alcanza. Somos un enigma, y nos vamos conociendo, en cada letra me describo y juego a que te mires, porque en ti me veo y a veces nos encontramos, gracias por pasar por la ruta en la que sigo danzando.