La tierra es como un perro, lo pienso cuando leo y no veo que reporten un árbol caído en este terremoto que dejó partida las calles por donde he pasado una y otra vez y muchos otros lugares de este país llamado México. Estoy seguro que es un perro, que en cualquier momento se rasca la comezón que le provocan las pulgas que se desplazan en su piel. Pulgas que a veces se sienten dueñas del perro y que en un instante vuelven a recordar que sólo son tripulantes, porque esos somos, sólo pasajeros de este hermoso pero extraño ser vivo llamado tierra y que por muy extraño que parezca al sacudirse, se abre la tierra y lo que más se daña son las construcciones que hemos realizado alrededor o encima de él, pero no los árboles, no los hermosos y vastos bosques. Pienso en ello mirando mis brazos repletos de pelo. Cuando algo, algún pequeño bicho camina por mi brazo, lo sacudo y cae, o lo quito con mis manos, pero no arranco los pelos para tirar el bicho. Incluso cuando alguien se contagia de ...
Paso y dejo lo mío, luego se vuelve tuyo es entonces un pozo, si bebes de él se llena si no se vacía y marcho a galope, vas y voy y vamos dejando algo que de a poco me describe pero nunca me alcanza. Somos un enigma, y nos vamos conociendo, en cada letra me describo y juego a que te mires, porque en ti me veo y a veces nos encontramos, gracias por pasar por la ruta en la que sigo danzando.