A mi mamá
se le olvida el Alzheimer cantando y tomando conmigo. Un juego raro e
injusto sucede en la cabeza de Coco, mi mamá, un juego donde las reglas se
escriben a diario, a cada instante. Sí, le pasa algo, no puedo negarlo más. Lo
hice, como todos lo hemos hecho, negar que algo sucede para evitar enfrentarlo,
pero algo le pasa. No hay, al rato se le quita. Hay quizá posibilidades de
entrar en su mente de muchas maneras, pero no frontal y con preguntas efímeras,
todo se le empieza a ir de a poco. Él ¿Cómo estás? Se convierte en un laberinto
imposible donde todo regresa al mismo punto; me pregunta tres, cuatro veces y
yo le repito diez veces y de colores diferentes, porque cada vez entiendo más
el juego y lo comparto con ella. Ahora la acompaño me dejo guiar por su mente
desbocada, y en parte me da gusto que sea así, que no regrese al terrible
encierro de reglas donde siempre vivió. ¡Ah mi Coco! ¿Cuántas horas perdidas
tratando de entender la vida?, y al final todo se lo lleva el viento, tu mente y
los cuerpos que presumimos con disfraces y máscaras, todos tendremos el mismo
color de muerte. Me miras con esa paz que me desarma con esa mirada
transparente de niña que no produce nada más que paz, un mar abierto de paz y
me pregunto ¿qué piensas? Entonces te pregunto ¿qué piensas? Ríes, y me
afirmas con toda certeza que no piensas en nada, "te oigo hijo, te
oigo" Ahora me oyes y yo te oigo, no hubo mejor momento para entendernos
que este, cuando tu mente se desarma y la mía la reconstruyo. "Buscas
lo que no se te perdió" me dijo el alacrán, un maestro que más que
conocimiento tenía veneno para repartir, pero nos daba algunas claves para la
vida, que supe atesorar bien. Pasamos un infierno, mi querida Coco y qué
familia no lo pasa. El nuestro es uno que nos quemó la fe. Voy por la guitarra
y empiezo a tocar algo, tú cierras los ojos y te arrancas, te miro y lo disfruto,
estás aquí a mi lado, cantando y sintiendo cada estrofa "júrame que,
aunque pase mucho tiempo nunca olvidarás el momento en que te conocí" se
activa en tu mente el archivo de palabras y logra superar la trampa que barre
tu memoria, al que se traga tu presente. Cantas, paloma negra y renaces, me
haces sentir todas esas horas que atada a tu extraño destino, cuidabas de mí,
de mis hermanas, luego de mi abuelo, luego a mi padre, toda la vida cuidando a
todos, y a ti quién te ha cuidado mi vieja hermosa, a ti quien te ha puesto el
agua caliente para que te bañes. "Yo puedo hijo y si lo intento me
acuerdo" me lo dices luchando contra esa mente que se revuelve como un mar
salvaje. "Deja que salga la luna, deja que se meta el sol, deja que caiga la noche, pa´que
empiece nuestro amor" cantas y te sigo, me guías y te guío, como dos niños;
Qué más podemos ser, más que niños jugando el juego de la vida. No dejas de
cantar, me envuelve tu emoción y tu voz, siempre alerta de notas altas, que
juzgas de inmediato "ah, no llegué, está muy alta" me dices molesta,
pero sigues, regresas a ese estado de trance que nos da una guitarra y tu voz,
y todas esas heridas que ahora se esparcen sin tiempo. Ahora te veo, estoy aquí
contigo, no te extraño más, no te veo más en mujeres que abrazaba como un niño
perdido. Estoy en silencio, estoy creando un nuevo juego y ahora en este
silencio te oigo y bailo con tu mente que a su ritmo me dicta por donde seguir,
puedo oírte, y seguir cantando hasta que la música se nos acabe.
Canto a mi Coco, mi hermosa madre Ya no sabes quién soy. A veces me da rabia. Me cuesta entenderlo. Lo acepto. He aprendido a aceptarlo. Cada día que ibas perdiendo tu memoria, me perdía contigo. Me asfixiaba tu destino, nuestro destino, nuestra historia. Primero mi padre. Ahora tú. Mi coco, mi madre… Me ha tocado entender que así, de repente, la vida puede cambiar. La vida es cambio. Todo el tiempo es cambio. Esa es mi vida. Mirarte ahora, sin que sepas quién soy, es como saber que ya no eres tú pero lo eres. Yo sé quién eres tú. Y eso cuenta. Mis hijos lo saben. Mi padre lo sabe. Tus hijas, tus nietos tu familia, Y solo nos queda cantar. Cantar sin detenernos. Cantar sin juicios. Unir la voz como dos almas que se buscan. Porque no dejas de cantar. Ahí está el bálsamo que nos calma. Y aprendo de tu risa, de tu risa siempre lista, dispuesta. Aprendo de tu mirada que no se cansa, que está lejos de la mía… Y un día seremos luz. sin tanto drama. Yo sé quién eres tú. Aunque no ...
Comentarios
Publicar un comentario