Canto a mi Coco, mi hermosa madre
Ya no sabes quién soy.
A veces me da rabia.
Me cuesta entenderlo.
Lo acepto.
He aprendido a aceptarlo.
Cada día que ibas perdiendo tu memoria,
me perdía contigo.
Me asfixiaba tu destino,
nuestro destino,
nuestra historia.
Primero mi padre.
Ahora tú.
Mi coco,
mi madre…
Me ha tocado entender
que así, de repente,
la vida puede cambiar.
La vida es cambio.
Todo el tiempo es cambio.
Esa es mi vida.
Mirarte ahora,
sin que sepas quién soy,
es como saber que ya no eres tú
pero lo eres.
Yo sé quién eres tú.
Y eso cuenta.
Mis hijos lo saben.
Mi padre lo sabe.
Tus hijas, tus nietos
tu familia,
Y solo nos queda cantar.
Cantar sin detenernos.
Cantar sin juicios.
Unir la voz
como dos almas que se buscan.
Porque no dejas de cantar.
Ahí está el bálsamo que nos calma.
Y aprendo de tu risa,
de tu risa siempre lista,
dispuesta.
Aprendo de tu mirada
que no se cansa,
que está lejos de la mía…
Y un día seremos luz.
sin tanto drama.
Yo sé quién eres tú.
Aunque no lo recuerdes.
Aunque me olvides.
Aunque me quiebre.
Aunque me de rabia.
Muerte en vida.
Si la memoria se extirpa…
¿qué queda?
Condena de vivir aquí,
en este presente.
Pero estás viva.
Sigues viva.
Y eso me basta para seguir
Y eso te basta para seguir
Hermosa mujer
No te vences
No te dejas
Sigue tu risa intacta
Tu mirada como un sol de mediodía
Tu fuerza incasable
Me dejaste un mapa
Para olvidar el dolor
Para saciarme de instantes
Para cantar sin pena
Y beberme la vida sin martes
Yo sé quién eres tú.
Y eso lo vale todo.
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