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LA BATALLA DEL OTRO

Me caga el box y todo lo que tiene que ver con dos personas golpeándose hasta deshacer su cerebro y las neuronas que fantásticamente fueron creadas para crear. No me imagino lo que cada golpe de esa magnitud pueda hacerle a un sistema tan perfecto y delicado que guardamos en la cabeza; es suficiente con mirar algunas de las consecuencias que han tenido muchos boxedaores, pero ahí estaba, en una cantina mexicana familiar, de esas donde pueden estar los niños jugando en el lobby y dos mesas atrás la mesera asegurando la quincena con algún cliente dispuesto a comprar amor. Ahí estaba con un par de amigos, acepté ir, porque me gusta el ritual del caos, la suma de suposiciones y anhelos sobre una experiencia que sucede a miles de kilómetros y se expande por todo el planeta, bolsas de oro, apuestas sobre la apuesta, hasta en la mesa donde estaba se convocó y provocó una apuesta minutos antes de que empezara la pelea. -Apuesto a que se cae en el segundo- ¡yo en el décimo y gana el gringo! y yo tuve que entrarle porque a la tierra que fueres... ni modo de llegar al baile y no bailar, tuve que ponerle, y aunque nada sabía de estos boxeadores  seguí un poco el razonamiento de Juan mi amigo, el que me invitó. Mientras arrancaba la lucha del irlándés contra el gringo, empecé nuevamente a oir ese maravilloso mercado de pensamientos al vacío: suposiciones a mil por segudo, sobre cada reacción de los perros en pelea. Oía en mi mesa y en la mesa de atrás, todo lo que se pueda decir que siempre es lo mismo sobre una pelea de box, pero mientras estaba ahí tratando de ver porque el irlandés no sacaba esa furia desquiciada por reventar al campeón, entendí mi batalla, entonces la mente me empezó a mostrar otra historia, la mía por entender al animal que se relaciona con mujeres, que se funde en el sexo y relaciones ocultas, al que está detrás mi mirada. Nada se de la batalla de estos dos hombres, porque nada podemos saber de la batalla del otro. Es una suposición estúpida, ilógica, en un momento todo desapareció y regresé a mi batalla: es el mismo circo adentro y afuera, pensé y hablé o más bien escupí un escondido pensamiento "le faltan huevos a este cabrón" tiré un bumerang que me pegó unos segundos después y sentí el madrazo, me calló. Volví a atrás, a observar al que observa y saqué mi cuaderno, este que ahora me vuelve a acompañar,  que me ayuda a hacer real algunos de mis pensamientos, y no sólo en estos sistemas digitales; tracé con tinta el silencio que me hacía entender lo que esta pelea de machos reflejaba mi propia batalla, dejé de suponer, solté la absurda idea de entender lo que pasaba afuera. Ahora sólo veía a un irlandés con brazos entumecidos, y la fe partida, le pararon la pelea en el round diez porque sino lo matan. El campeón como si nada, terminó como si acabara de entrenar.  En le mesa ganó el más experimentado en edad y supongo conocimiento púgil. "Ahora si a regresar a nuestra vidas" sentenció otro, y lo dijo con ese dejo de que se acabó la fiesta que siempre raspa. La batalla afuera se acabó, el famoso y millonario combate de los modernos gladiadores, deja como siempre una polémica ilógica -porque nada, de lo que digan servirá de algo que no sea generar horas y horas de comentarios y contenido- yo regresé a mi batalla, que ahora se hizo pública. -El problema no es el sexo es el poder que está detrás de enamorar- empezaron las suposiciones sobre mi batalla, una con la única apuesta de mi parte de que algo entienda. -Puedes tener relaciones con una y otra mujer pero, si provocas que se enamoren entonces es una epecie de misoginia-. Me dijo uno de mis amigos y al escribirlo parece obvio, estúpido pero es así. En muchas de las relaciones me enamoro, y ahí es un todos ganan o todos pierden pero en otras, he dejado que se enamoren, que se geste la ilusión de algún día, aún con previo aviso, aún con cartas abiertas cuando tu sabes que el de enfrente está cayendo en el hoyo del amor y no haces nada por evitarlo eres responsable. Responsable por andar ofreciendo historias para después huir, salir corriendo en el primer reflejo de realidad que se filtra por la mañana y entonces otro amor que superar. ¡víctima y victimario! Me hicieron y te hago. Soy el que hizo y todos andamos a tientas conjungado verbos en una burbuja infinita, interminable.  Pedimos la cuenta, y después de eso a regresar a mi pelea interna y externa porque acá la vida, es también un combate diario y sin embargo admiro a los boxeadores, su preparación para llegar a este momento, millones de dólares en su bolsillo por un tirito de calle, con miles de morbosos y mañana la recuperación de varios años, pero cumplieron una meta, dejaron huella, algo que difícilmente somos capaces de lograr, algo que no todos nos atrevemos a enfrentar, la batalla interna una que es de campeonato, una que no tiene nada que ver con lo que fuiste o quieres ser, con dioses o familia tiene que ver absolutamente contigo y nada más. Día 174

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