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LA FLAUTISTA ALEGRE

Hace un año viajé a ver a mis hijos en un auto con viajeros compartidos, una maravillosa aplicación que te permite moverte en autos privados con personas que abren amablemente o por mero interés, espacios para que viajes con ellos y te cobran una cantidad mucho más baja que si te fueras en autobús. Esto me recordó cuando viajaba con regularidad por el país, viajes de exploración que me encantaba realizar para estar conmigo y empalagarme de nuevos paisajes y soledad, en las casetas siempre encontraba gente que pedía ride, yo trataba de llevarme un par, casi siempre eran estudiantes, que agradecían el viaje, el cual por supuesto no les cobraba, pero ahora en la época de las apps y los negocios de movilidad inteligentes, ya es todo un sistema y es una muy buena forma de bajar costos y acompañarte. En uno de esos viajes conocí a una mujer muy entusiasta, hablaba con mucha alegría, con esa alegría que hasta ponen de malas, porque eso de que todo es bello y hermoso siento que niegan la parte oscura que también somos y que de no existir no sería completo el brillo de nuestro ser. Así que decidí no hacerle caso y seguí leyendo un libro de Alzheimer, el cual ya quería terminar, me urgía entender un poco, que es lo que le pasaba a Coco, mi madre, porque ya la cosa con su memoria era cosa seria, el autor del libro que es un neurólogo experto en el tema, describe el Alzheimer como una casa que tiene treinta y seis agujeros en el techo, lo cual provoca que la memoria se filtre de forma contundente; la medicina -aseguraba el- sólo tapa seis del total de hoyos, por lo tanto no tiene ningún caso tomarla, pero aseguraba con una buena cantidad de casos en su experiencia que cambiando la alimentación podía retrasar los efectos del Alzheimer y en algunos casos había logrado revertirla. Dejé de leer un poco, miré la carretera y los grandes campos que aún se pueden ver, el cielo cambia, eso es algo que me encanta de la carretera,  con el simple hecho de sentirme debajo de esas nubes bien definidas me siento un ave en el viento, ya llevaba un poco más de dos años de demostrarme que podía estar solo, de no tener pareja, de alejarme de relaciones pasionales en las cuales no hacía más que vaciarme "te enamoras de todas las viejas" me decía el chango y me reía en la universidad pero ya de grande no era broma sino discapacidad emocional,  así que decidí detenerme y lo logré,  logré dejar esa ansiedad de andar picando como colibrí florecitas a diestra y siniestra. "Soy músico", escuché, y miré nuevamente a aquella mujer alegre, ¿qué tipo de música? le pregunté  porque últimamente ya cualquier persona anda sobando la palabra sin méritos ni certeza. Estudié flauta, ¿músico clásico? le dije, -se puede decir, -me dijo ella- y empezamos a platicar, una charla que detuvo el tiempo, que me sacó de la carretera, de la soledad una charla que me sigue explicando tantas cosas que aún no alcanzo a entender, una charla que empezó como las grandes historias, las que me gustan, así sin pensarlo en un lugar raro, en donde menos te imaginas, y se convirtió en la oportunidad de volver a creer en el amor, porque la única manera de saber si puedes amar es amando. La charla siguió al otro día y al otro y un mes después y hoy un año después de conocerla y de saber que hoy cumple años, agradezco que viva, que sea exageradamente alegre para contra restar mi terrible parte negativa, la que ya no cree la que quedó herida de más y por momentos todo lo ve mal. Me gusta ver como vive  su vida con tanta pasión y alegría, es una mujer que me vino a sacudir, a cambiar mi forma de pensar, el sonido de su flauta alumbró mi camino de guerra y locura, de pasión y arte. Ahora a veces tocamos juntos y cuando se deja hasta cantamos porque su disciplina de músico clásico nos es fácil de combinarla con mi rock sin corno francés, pero está aprendiendo el origen y camino del rock, yo he descubierto la historia de un tango por Piazzola concierto para flauta y guitarra y que Bach fue un dios encarnado, compartimos la pasión por Beethoven y la terrible obsesión por ayudar a la familia, compartimos mil horas de risa y el amor y aunque ella nació cundo yo ya sabía manejar  he vuelto a creer que entre dos personas se puede hacer un equipo con la furia de cien, he vuelto a hacer poemas con dedicatoria y escribir recaditos secretos. He vuelto a sentir que mi corazón se hincha y que mi sombra crece, he vuelto a confiar y a creer, y ahora me caigo mal por andar tan feliz, tan terriblemente alegre por caminar de la mano con una flautista que sea lo que sea busca la manera de ayudar de amar, de estar en paz y así como no me voy a enamorar.  








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